Con la promesa de convertirse en los mejores Juegos Olímpicos de la historia, exploramos lo que deja París 2024 a su paso.
Es difícil mantenerse al margen del espectáculo que son las Olimpiadas. Este verano, celebraciones y controversias se entrelazaron ante nosotros. Desde que París fue anunciada como la próxima ciudad anfitriona, el comité organizador se dedicó a elevar nuestras expectativas. Nos prometieron que París 2024 serían los juegos olímpicos más sostenibles, más inclusivos y más responsables jamás celebrados.
Era previsible. París ha sido un epicentro de iniciativas medioambientales en los últimos años, en gran parte gracias al liderazgo de su alcaldesa, Anne Hidalgo. Bajo su mando, París ha avanzado hacia la sostenibilidad con resultados visibles: hoy en día, los locales ya prefieren desplazarse por la ciudad en bicicleta que en automóvil, según estudios del Instituto de la Región de París.
París: ciudad del amor y del medioambiente
La capital francesa avanza hacia lo que toda metrópoli necesita: transformarse con una visión de futuro. Fue aquí donde se acordó el histórico Acuerdo de París en 2015. En un acto de unanimidad global, los países se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura global a 1.5ºC. Aunque es un tratado internacional hecho por y para los países, también traza el camino hacia una acción climática coordinada y universal, permitiendo que empresas y organizaciones, como los Juegos Olímpicos, puedan remar en la misma dirección.
El impacto medioambiental de las Olimpiadas
París 2024 prometió reducir su huella de carbono a la mitad en comparación con Londres 2010 y Río 2016. Medir el impacto medioambiental de un evento de esta magnitud es complejo: desde el gasto energético en las instalaciones y oficinas hasta la oferta gastronómica en las cafeterías. Desde los viajes previos para la organización hasta cómo los espectadores se moverán por la ciudad para visitar los diferentes recintos deportivos.
Uno de los mayores impactos proviene del desplazamiento de atletas y espectadores. El comité estimó que este factor representaría un tercio de las emisiones totales de los juegos. En ediciones anteriores, se había optado por vender un pequeño porcentaje de entradas a turistas y la mayoría a locales. Sin embargo, para París 2024 se tomó la decisión de abrir la venta de boletos a nivel mundial desde el principio. Aunque las cifras aún no están confirmadas, se estima que más de 11 millones de personas viajaron a París para participar en este encuentro.
Otro elemento de gran impacto son las emisiones derivadas de la construcción de recintos olímpicos. Es bien conocido que las ciudades sedes de eventos internacionales suelen construir de cero estadios, arenas y otras infraestructuras necesarias. Siguiendo su estrategia de sostenibilidad, París 2024 se comprometió a que el 95% de los recintos de competición fueran instalaciones preexistentes o provisionales. De los 35 estadios, sólo dos han sido de construcción nueva.
La Villa Olímpica, que sirve como residencia temporal de los atletas y delegaciones, se transformará tras los Juegos en un nuevo barrio residencial y de negocios, reservando una cuarta parte de estas residencias a vivienda pública. En un esfuerzo por asegurar la circularidad, el mobiliario actual está hecho de cartón, tela de paracaídas usados y tapones de botellas. Además, los 16,000 colchones serán donados a diversas organizaciones en París, incluida la escuela de ballet de la Ópera de París.
Elementos para repensar
A pesar de sus claras intenciones, algunas decisiones han resultado cuestionables. Un ejemplo es el potencial daño a los corales en Teahupo’o, en la isla de Tahití, donde se celebraron las competiciones de surf. Aunque se presentó una petición de más de 250,000 firmas, se construyó una nueva torre de jurado de tres pisos hecha de aluminio. Se teme que esta construcción dañe los corales durante décadas e incluso altere los patrones de olas de uno de los destinos de surf más emblemáticos del mundo.
Además, entre sus principales patrocinadores se encuentra Coca-Cola, uno de los mayores generadores de contaminación plástica. El descontento se extiende hasta los atletas. Más de 100 deportistas de élite firmaron una carta pidiendo a Coca-Cola eliminar el plástico de un solo uso, adoptando envases reutilizables una vez por todas. Si bien se justificó que habría numerosas fuentes de bebida y opciones de botellas reutilizables y retornables, el periódico francés Le Monde reportó que al menos el 40% de las bebidas se servirían en botellas de plástico. No es la primera vez que esta multinacional genera controversia como patrocinador en eventos masivos.
El legado de París 2024
Quien asocie los Juegos Olímpicos exclusivamente al deporte sólo está viendo una cara de la moneda. Los Juegos representan lo que anhelamos en una sociedad del futuro: paz, tolerancia y respeto. Mientras los atletas buscan medallas, aprovechan esta gran plataforma para amplificar mensajes de unión y transmitir valores que urgentemente necesitamos en un mundo donde la polarización domina titulares.
Esto se refleja en momentos emblemáticos: la primera medalla para el equipo de Refugiados Internacionales, el gesto de hermandad de las gimnastas estadounidenses hacia la brasileña Rebeca Andrade, el primer oro en la historia de dos países caribeños como St. Lucia y Dominica, el apoyo internacional a la boxeadora Imane Khelif recordando que debemos romper con cánones de belleza occidentales, la creciente comunidad de atletas embajadores a favor de la acción climática y los mensajes de Noah Lyles abogando por la salud mental.
Este es el legado que París 2024 nos deja: un reflejo de nuestras aspiraciones colectivas y el poder unificador del deporte. Con Los Ángeles como próxima sede en 2028, la competencia podría expandirse a lo que las ciudades anfitrionas pueden ofrecernos. Y así, me pregunto qué tipo de entretenimiento deseamos para nuestro futuro. Mi respuesta es clara: nada menos que esto. Nada menos que un evento deportivo donde el avance social y medioambiental sean prioridad desde el día uno.