Revelando realidades sobre la sostenibilidad y cómo encontrar nuestro propio camino hacia una acción consciente.
Eran casi las dos de la tarde en Dubái. Mientras repasaba en silencio mis preguntas, una mezcla de emociones se apoderaba de mí. Estaba en la Conferencia de Cambio Climático (COP28), a punto de entrevistar a Ellen MacArthur, la laureada Campeona de la Tierra, el máximo galardón ambiental de Naciones Unidas. En pocos minutos, una de las voces más respetadas en el ámbito de la economía circular cruzaría la puerta del estudio de grabación. La charla prometía ser profunda y transformadora.
Entre risas frente a la cámara y anécdotas de su taller de carpintería, le pregunté cómo integraba la sostenibilidad como estilo de vida. Esperaba una respuesta ordenada, casi en forma de lista, pero sus palabras tomaron un rumbo inesperado cuando me respondió: “Cuando se trata de las soluciones globales que necesitamos para afrontar estos enormes retos, lo que hacemos individualmente cada día es importante. Sin embargo, el sistema debe permitirnos tener un papel en esa solución y nuestro reto actual es que todavía no lo hace. El sistema aún no está configurado para que vivamos de forma circular”.
La economía circular: una nueva manera de vivir
A lo que Ellen se refería es que hemos moldeado nuestra sociedad siguiendo un modelo lineal: extraemos recursos de la naturaleza, los transformarnos para nuestro uso y luego nos deshacemos de ellos. Sin recurrir a la jerga climática, la economía circular se puede entender como un sistema en donde los deshechos no tienen cabida. Un modelo en el que los productos se diseñan para no ser desechados, convirtiendo la etapa final de un artículo en el comienzo de otro.
Esto no es ninguna fantasía. Por el contrario, es la esencia de nuestro planeta. La circularidad se manifiesta cada día en la naturaleza. Cualquier ser observador puede presenciarlo. Sin embargo, hay un largo trecho por recorrer y así lo evidencian diversos estudios recientes: menos del 10% del plástico en el mundo se recicla y sólo un 1% de la ropa usada encuentra vida en prendas nuevas. Entonces, si el sistema aún no está completamente preparado, cuál es nuestro papel mientras esto sucede?
Las soluciones que nos rodean
Desde que el calentamiento global se presentó en nuestras vidas, las noticias han sido desgarradoras. La ciencia nos alerta sobre lo que está en juego y nos insta a implementar cambios profundos en la manera en la que vivimos, producimos y consumimos. Ya lo advertía Donella Meadows en su teoría de sistemas: los seres humanos somos solo un eslabón más en la naturaleza, parte de un gran sistema que se autogestiona por sí mismo, sin nuestra intervención. Sería más cómodo vivir pensando que es infinito, pero ahora sabemos que no lo es.
Cuando analizamos nuestro papel en la sostenibilidad, las respuestas son habitualmente las mismas. Reciclar, separar la basura, consumir menos carne, optar por alternativas de transporte, instalar paneles solares en casa, disminuir el consumo de agua y electricidad. No es casualidad, estas han sido las soluciones que nos han acompañado durante décadas. Es por eso por lo que solemos pensar que la sostenibilidad se reduce a pequeños gestos individuales, mientras que el verdadero cambio debe liderarse desde las altas esferas, los gobiernos y las multinacionales. Hemos relegado esta transición a informes sobre reducción de emisiones de CO2 y a reportes de sostenibilidad.
“Lo más importante que puedes hacer por el cambio climático es hablar de él” dice Katharine Hayhoe, una destacada científica ambiental. Yo añadiría algo más: también es crucial contemplarlo. Es el momento de detenernos y reflexionar. Hacernos preguntas sobre cómo vivimos, cómo amamos y cómo nos relacionamos con el entorno que nos rodea. ¿Cuál es el papel en nuestro propio ecosistema? En nuestra ciudad, en nuestra casa.
Todos somos protagonistas de esta transición
Desde mi trinchera, estoy convencida que conocer cuáles son las frutas autóctonas de temporada es igual de importante que evitar el desperdicio de alimentos. Que invertir en una prenda de ropa de calidad supera con creces la opción de ahorrar en vestimenta que se estropea después de pocas lavadas. Que separar la basura es desear que nuestras ciudades mantengan un flujo saludable del control del desperdicio. En este mundo de voraz ambición e inmediatez, adoptar la sostenibilidad puede transformarse en un acto revolucionario.
Debemos interiorizar que la sostenibilidad trasciende simples gestos de compromiso colectivo. Verdaderamente implica reevaluar las normas existentes, fomentando gradualmente cambios estructurales de los sistemas que hemos construido. Y así, poder compartir anécdotas un día diciendo: “Sí, eso solía ocurrir en mis tiempos”. No se trata de adoptarla por obligación, sino reconocer que tiene todo el sentido del mundo aspirar a un manera más consciente y presente. Más en armonía con este gran sistema llamado naturaleza.
El perfeccionismo como la gran barrera de la sostenibilidad
La sostenibilidad tiene muchos villanos, pero posiblemente uno de los menos conocidos es el sentido del perfeccionismo. La sensación de que debemos ser ambientalistas perfectos para poder hablar del tema con propiedad y dar ejemplo. Lo diré de una vez, no existe un manual hacia la sostenibilidad perfecta. Lo importante es reconocer que cada uno formamos parte de esta transición, desde nuestra posibilidades y prioridades. Mientras inflamos este globo y buscamos el horizonte, abracemos la idea de que la sostenibilidad es un viaje personal y que el mejor día para embarcar es hoy.