Ella es mezcla. Es color. Es el desasosiego de Pessoa, un fado. Tendencia y cultura visten la calle. En cada rincón, los bares más trendy invaden la ciudad. Concept stores elegantes. La ciudad literaria, basta con pisarla una vez para entender que significa la famosa saudade. Ella es bella, es Lisboa!
Desde Horse proponemos un viaje de 3 días con los indispensables de la metrópolis que está en «a boca do mundo».
Dijo Saramago que “el pueblo portugués es, esencialmente, cosmopolita. Nunca fue un verdadero portugués, siempre fue todo». Y esto, es lo que sorprende a cualquier visitante.
La imagen de Lisboa es un monumento al descubridor de Brasil. Son los claveles de la revolución. Hoteles de diseño con terrazas que besan el Tajo. El legado de África, India, Brasil o Macao expresan el mestizaje del pueblo portugués.
DÍA 1
Pasa el centenario tranvía amarillo. Hacia arriba, hacia abajo, todo el día se desliza por las calles de la ciudad. Tiene un sonido particular. Su silueta dibuja una postal. Los niños se cuelgan atrás. Los turistas, extasiados, abren los brazos a las ventanas abiertas al Tajo desde sus siete colinas, contemplando la geometría colorida de la capital.
Empezaremos la ruta justo aquí. La plaza central de Lisboa, plaza Luis de Camões. El plan es coger el tranvía 28 hasta el castillo de San Jorge, el único sobreviviente a “un terremoto tan fuerte que, en aquel 1755, hizo al hombre dudar de la existencia de Dios.”
En un lugar lleno de empinadas calles, dicen las voces Lisboa que bajando todos los santos ayudan, así que lo mejor es parar para un descanso en un espacio legendario de la ciudad: Chapitô. Es un edificio histórico, hoy centro cultural con una terraza con espectaculares vistas.
La bajada lleva el visitante a la majestuosa Plaza del Comercio, una de las plazas más bonitas que Europa vio nacer. La abrazan edificios amarillos, hiperbolizados por la luz del sol y el reflejo del río, el inmenso Tajo, que es la puerta de entrada más importante a Lisboa, desde el tiempo en que el comercio sólo tenía sentido por el mar.
Vino portugués
Para los amantes del vino, en esta plaza está el Showrrom vinos de portugal, tienda especializada en vinos portugueses, ideal para el aperitivo antes de comer.
Para el almuerzo es obligatorio ir al Mercado de la Ribeira, muy cerca de la plaza. Un mercado lleno de bares con cocina variada, de fusión, típica portuguesa, o las tapas, que allí laman “petiscos”.
Subida, bajada, escaleras, ¡otra subida! Se acerca el mirador de Adamastor, un ícono de la ciudad, en el legendario Barrio da Bica. La estatua del Adamastor, hace un homenaje a los Lusíadas, mayor obra literaria del país, evocado por Camoes, digamos que el Cervantes de Portugal.
La ruta nos lleva hasta el interior del laberíntico Barrio Alto. Justo al lado, en la zona del Príncipe Real, la Embaixada. Un palacio hermoso que ahora está repleto de tiendas exclusivas de diseñadores emergentes y arte urbano.
Vibras clandestinas
Curioso que en una ciudad donde las abuelas aún tienden sus batas a pie de calle, Lisboa tenga todo el ocio digno de Barcelona o Berlín. En el país de los poetas, se siente una nueva movida cultural, que como de un nuevo renacimiento se tratara, abre un nuevo capitulo en la historia de la capital. Y un buen ejemplo de ello es el Park, un bar ubicado en la terraza de un parking de coches. Parece algo clandestino ya que no está señalizado por ninguna parte.
Por esta zona es recomendable visitar la tienda “O mundo fantástico da sardinha portuguesa”, por su exitoso design vintage y, de paso, entrar en la librería más antigua del mundo, abierta desde 1732, la Bertran.
Ocio nocturno
La bajada sigue por la zona comercial del Chiado para un brindis tradicional en la épica Plaza del Rossio, con la bebida típica de Lisboa, ginginha, en el local que lleva el mismo nombre y está abierto desde 1840.
Llegada la hora de la cena os recomendamos El beco Cabaret Gormet, restaurante con dos estrellas Michelin, liderado por el mayor chef portugués José Avillez, “Es un lugar especial donde se cruza la alta cocina con el mondo del espectáculo. Una degustación de 12 “momentos» distintos con una performance artística sorpresa”
Aprovechando la ubicación, en esta zona está la Pensão do amor, bar de copas con tres espacios distintos, una decoración burlesca, con actuaciones de música al vivo, espectáculos de teatro y performance, para terminar el día de una manera triunfal.
DÍA 2
Os proponemos ir a conocer la marginal del río donde se encuentran los monumentos más emblemáticos de Lisboa. El Padrao dos descubrimientos es una Estatua con desmesuradas dimensiones de los héroes portugueses asomandose al mar, este lugar es el espíritu de la historia de Portugal. La Torre de Belém, escenario romántico, una torre medieval que defendía la ciudad en el río. Hay que verlos, ya que “una imagen vale más que mil palabras».
El Matt está cerca. Es el nuevo museo de arte, arquitectura y tecnología. Una arquitectura de líneas conceptuales que rompe con sus vecinos monumentos históricos, llenando de extravagancia cultural la orilla del río.
El almuerzo sólo puede hacerse al lado del Matt, en el SUD LISBOA, sería imperdonable escoger otro lugar, este lo tiene todo: Comida mediterránea acompañada de una Piscina con vistas panorámicas al Tajo en un entorno y decoración que solo la mirada pueden describir.
Arte y naturaleza
La tarde en Lisboa invita a conocer los jardines de Belém donde está el Monasterio de los Jerónimos, patrimonio de la humanidad y el CCB (centro cultural de Belém) diseñado por el maestro de arquitectura Siza Vieira. Es toda una experiencia sensorial y alberga una excelente colección de arte contemporáneo.
Antes de dejar Belém, las deliciosas sillas frente al río del Espaço Espelho d´ Agua son óptimas para recuperar energía para visitar LX FACTORY – dicen que es “una ciudad dentro de otra ciudad”, un antiguo complejo industrial transformado en un mini pueblo de tiendas originales y artesanales, galerías de arte y restaurantes de cocina creativa.
Bistro sem maneiras es mucho más que el restaurante que ganó el premio a la cocina más creativa de Portugal es el lugar idóneo para conocer el intelectual desarrollo de la gastronomía lusa. Peixola, para los amantes del pescado, presenta una rica selección de pescados en la barra para compartir en una cena informal.
Día 3
“Lisboa, vista así de lejos, se erige como una bella visión de ensueño, sobresaliendo contra el azul del cielo, que el sol anima” Fernando Pessoa
El día de partir es pasarlo relajado, sin afán de visitas.
Horse propone un café matinal en la Ribeira das Naus que, recientemente rehabilitada, es hoy una playa fluvial con fácil accesibilidad desde la Plaza del Comercio, con amplios jardines hacia el río. El plan es detener el tiempo, disfrutar, simplemente dejándose llevar por la entretenida brisa del río.
¿Y porqué no terminar de la mejor manera? Hemos dejado el barrio más mítico para el final, Alfama. Un fuerte aroma a sardinas asadas se encierra en la calle. Bueno, es muy bueno. Despierta sonrisas en todo el que por allí pasa, delirante por encontrar el origen de este delicioso olor. Porque Alfama es todo esto: son turistas curiosos mirando hacia un arriba que parece inalcanzable. El preludio es tan bello, que vale la pena aguantar la subida.
Entre los jardines del Panteao Nacional y los pequeños portales de los que llevan allí viviendo toda la vida, están las Puertas del sol, un lugar idílico para despedir el Tajo con la mágica luz del atardecer lisboeta.
Según Ana Pedro Arriscado, presentadora de la TV portuguesa:
“Es imposible describir Lisboa, ella es para ser vivida con todo el alma y el corazón. Y la luz, la luz inconfundible que es una bendición de enero a enero, si Lisboa tuviera otro nombre, seria luzboa (luzbuena)”
Para la cena del adiós, sugerimos el Club de fado. Menú de lujo de platos típicos portugueses donde se canta el fado con la voz de artistas consagrados.
Y en Lisboa, uno también es aturdido por el perfume del atlántico que, más que un olor, es un sentimiento, que el fado canta, la saudade viste y el portugués se orgullece.
Termina este viaje exprés a la capital lusa, pero, aunque el tiempo haya sido poco, lo importante, como dice el mayor poeta portugués, Fernando Pessoa, es que:
“El valor de las cosas no está en el tiempo que ellas duran, si no en la intensidad con que suceden, por eso, hay cosas inexplicables, momentos inolvidables y personas incomparables “