El Jardín Surrealista de Edward James, o simplemente Las Pozas, se encuentra en el estado mexicano de San Luis de Potosí, concretamente en el municipio de Xilitla, el más lluvioso del entorno. En un lugar situado aproximadamente a 7 horas de carretera desde México D.F.
Os podemos decir cómo llegar hasta esta enorme finca de unas 40 hectáreas, pero una vez allí, ya solo os podemos recomendar que paguéis el importe de la entrada (abre los 365 días del año) y os adentréis en este mundo de ensueño para así perderos por este laberinto en el que se fusionan la incontenible fuerza de la naturaleza con las creaciones del artista británico Edward James, con todos sus delirios y anhelos.
Edward James, un artista total y surrealista
Edward Frank Willis James nació en 1907 en el seno de una acaudalada familia británica muy unida a la corte de Eduardo II. Ese porte aristocrático le sirvió para dos cosas. Poseer durante toda su vida una enorme fortuna y recibir desde niño la mejor educación. Una formación que pronto le llevó a sentirse atraído hacia el mundo artístico.
A los 14 años escribió sus primeros poemas y a los 19 años entró a la Universidad Oxford en la facultad de Bellas Artes. Más tarde ejerció de editor, escultor y sobre todo mecenas de algunos de los artistas más destacados de los años 30 y 40 del pasado siglo XX. De esta forma entabló contacto con creadores de varias disciplinas y orígenes. Desde pintores como Dalí o Magritte, hasta diseñadoras como Coco Chanel o la italiana Elsa Schiaparelli, pasando por fotógrafos como Man Ray, escultores como Henry Moore, músicos como Stravinsky o directores de cine como Buñuel.
Con todo este bagaje artístico, Edward James se identificó sobre todo con los planteamientos del Surrealismo. Unas ideas que él iba a llevar a terrenos completamente inexplorados, ya que aplicó los conceptos surrealistas a la arquitectura. Sí. Pretendió levantar edificios basados en lo onírico y lo irracional. ¿Alguien se lo puede imaginar? Desde luego eso solo podía plantearlo “el más loco de los artistas surrealistas”, tal y como lo calificó el mismísimo Salvador Dalí.
¿Fue capaz de materializar su propósito? La respuesta está en el Jardín de las Pozas, también conocido como el Jardín Escultórico de Edward James.
El Jardín del Edén en versión surrealista
En 1944, E. James viajó a California y allí le surgió el deseo de crear su propio Jardín del Edén, su paraíso particular. Pero tras conocer México decidió que su sueño se cumpliría allí, para lo cual inspeccionó muchos posibles emplazamientos. Finalmente se decantó por Las Pozas, cuyo nombre hace alusión a la gran cantidad de saltos de agua y piscinas naturales que hay en una finca rebosante de vegetación subtropical y también de plantas de café.
Adquirió esa enorme extensión de terreno y comenzó por crear un gigantesco jardín de orquídeas, un tipo de flores tan fascinantes como delicadas. No obstante, James se transformó en un verdadero horticultor, cuidándolas con mimo. Pero eso no pudo impedir que en 1962, una inesperada helada en la región acabará con su plantación.
Aquel fiasco supuso dar un giro total a sus planteamientos, y a partir de ese momento consideró la idea de crear un parque escultórico y arquitectónico único, en el que podría volcar todas sus inquietudes estéticas, sometiéndose a una única norma: dejarse llevar por su desbordante fantasía. Y a eso se dedicó durante las décadas siguientes y hasta prácticamente su muerte en 1984.
¿Qué nos espera en Las Pozas de Xilitla?
Lo primero que hay que decir es que James nunca concibió su jardín como algo abierto al público. Era únicamente para su uso privado, y de hecho se cuenta que solía pasearse por él completamente desnudo para inspirarse mientras caminaba y se bañaba en las distintas pozas.
En realidad, el jardín se ha abierto al público en los últimos años. Especialmente desde que lo explota y lo conserva la Fundación Pedro y Elena Fernández, quiénes han invertido mucho dinero en su limpieza, porque tras la muerte del artista, el Jardín de las Pozas empezó a sufrir el acoso imparable de la vegetación autóctona.
No obstante, esta fundación no ha invertido tanto dinero como el que empleó Edward James en la obra de su vida, y es que se estima que aquí pudo gastar hasta 7 millones de dólares, tanto en ajardinamientos como en la creación de sus 36 estructuras, unas obras a caballo entre la arquitectura y la escultura.
Aquí vemos construcciones con escaleras que ascienden hacia el cielo, puertas que no cierran nada, columnas que solo sostienen gigantescos capiteles florales y un sinfín de formas repletas de imaginación pero sin fin alguno.
Hay una edificación que se llama El Cinematógrafo, ya que en ella se desarrolla un arco donde el artista se imaginaba una pantalla. También está la Casa de Don Eduardo, construida solo para que la habiten serpientes. O el Palacio de Bambú, donde James quería vivir sin paredes. Por no hablar de la Estructura de tres pisos que pueden ser cinco. Y todo ello construido con formas que tan pronto recuerdan al arte Gótico como al de la Antigua Mesopotamia, las culturas precolombinas o el Lejano Oriente.
En fin, una gigantesca quimera enterrada en la vegetación selvática y bañada por cascadas de agua. Un delirio artístico, creativo, que ciertamente nos es muy difícil describir porque en realidad lo importante es vivirlo, sentirlo, especular sobre el lugar y su creador.
Desde Horse os animamos a viajar hasta allí, para perderos por esos senderos caprichosos. Unos parajes donde podríamos creer que en cualquier momento descubriremos una legendaria ciudad o cualquier otro sueño que se os ocurra.
Si de alguna forma, durante vuestra estancia en Las Pozas dudáis entre la realidad y la fantasía, entonces Edward James consiguió su propósito: fue capaz de crear un conjunto arquitectónico de estilo surrealista. ¡Algo único!