Pasar el Fin de Año en Colmar es algo así como convertirse en una figurilla más de un belén de Navidad. Unas fechas en las que esta población francesa de Alsacia queda embebida por el espíritu de Noël, como dicen por aquí.
Eso sí, hay que abrigarse para disfrutarla. Hay que llevar buenos polares, guantes y gorro, y por si acaso beberse algún vaso de vino caliente y especiado en cualquiera de los cinco mercadillos navideños que inundan el casco histórico. Sin duda, ese es el mejor modo de empezar a formar parte del inmenso decorado de postal en el que se convierte Colmar.
Navidad, temporada alta en Colmar
En cualquier mes su arquitectura tradicional a base entramados de madera y yeso pintado de vivos colores tiene una fotogenia especial. Pero cuando llega diciembre, las luces decorativas, el espumillón, los mercadillos, los árboles ornamentales y la neblina habitual le conceden un aspecto de cuento con final feliz. Quien ansíe encontrar el espíritu navideño, que deje de buscar porque este es su destino.
Lo cierto es que Colmar presume de recibir visitantes todo el año. Pero está claro que a finales de año es cuando el turismo en este rincón alsaciano alcanza su punto álgido.
Muy cerca hay lugares para esquiar o hacer recorridos en trineos. Por ejemplo en las estaciones de Schnepfenried o la Du Lac-Blanc, que se aprovechan de las vertientes nevadas de la cordillera de los Vosgos. Pero no son los deportes de nieve lo que más visitantes atraen a Colmar. Sencillamente es su ambiente navideño.
Es muy difícil de explicar sin vivirlo. Es la peculiar mezcla de alegría y frío, de ambiente hogareño en la calle, de amabilidad, buenos deseos y consumismo, de decoración hasta el exceso,… Todo eso junto es lo que cuelga en los hoteles el cartel de completo. Y no solo en Colmar, también en los pequeños pueblos del entorno. Lugares como Turckheim, Ribeauvillé o Riquewihr que rivalizan en belleza y ambiente entrañable.
Algo más que mercadillos navideños
Obviamente, si se hace un viaje de Fin de Año a Colmar no se pasa todo el día comprando en los mercadillos navideños. Si bien será absolutamente imposible regresar sin algún adorno que lucir en las próximas navidades. Al fin y al cabo hay que cumplir con las tradiciones, pero también aprovechar la estancia para descubrir los rincones más emblemáticos.
Uno de ellos es la zona de canales que antaño servían para el transporte de mercancías. Es la conocida como Petit Venice, por la que se pueden hacer románticos paseos en barca sobre sus aguas. En sus orillas hay diversos restaurantes, en cuyas cartas no puede faltar la choucroute, contundente plato con el que resistir mejor los rigores del termómetro.
Ya con el pie en tierra hay que visitar la Casa de Aduanas o Koïfhus, muy cerca de los canales. Y un poco más allá se encuentra la Colegiata de Santa Martín que nos traslada al Medievo. Este templo gótico es el corazón de la urbe, y todavía gana en prestancia rodeado por las casonas con mayor carga histórica de la población como es la señorial Maison Pfister.
Museos para todos los gustos en Colmar
Otro edificio histórico es el convento de los dominicos, hoy transformado en el Museo de Unterlinden. Que no se lo pierdan los amantes del arte medieval. Descubrirán maravillas desconocidas y contemplarán el Retablo de Isenheim. Una obra maestra del siglo XVI en la que el alemán Mathias Grünewald dotó a todos los personajes del Calvario de un dramatismo capaz de estremecer a los creyentes y también a los más escépticos.
No acaban aquí los museos de Colmar. Está la Casa-Museo Bartholdi. Tal vez no os suene el nombre, pero resulta que Frederic Bartholdi creó una de las esculturas más célebres de todos los tiempos: la Estatua de la Libertad. Sobre esa obra que Francia regaló a Estados Unidos y sobre su artífice se centra todo lo que vemos en la casa donde vivió.
Por otro lado, el viaje a Colmar tiene un carácter muy familiar. Así que toda la familia, grandes y pequeños deben sumergirse en el Museo del Juguete. Una exposición que a los peques les hace descubrir como jugaban sus abuelos en los tiempos pre-tecnológicos. Y a sus padres les traslada a la felicidad de la infancia, con ese tono nostálgico que irradian los muñecos y trenecitos de antaño.
Un brindis por el Año Nuevo
En definitiva, que la opción de pasar los últimos días de 2018 en Colmar es una estupenda idea. En Colmar y alrededores, ya que una de las actividades preferentes es ir recorriendo todos los pueblos cercanos. Cada uno de ellos parece salido de un cuento de hadas, y en ninguno falta al ambientación navideña.
Además entre todos forman la exquisita Ruta del Vino de Alsacia. Os esperan lugares tan hermosos como Hunawihr, Obernai, Selestat o Eguisheim. Una región donde los vinos blancos elaborados con las variedades de uva Riesling y Gewürztraminer son las auténticas estrellas. Comprad en las bodegas locales alguna que otra botella para traeros a casa y para celebrar la entrada en el año nuevo.
¡Mientras tanto nosotros desde Horse brindaremos con cava por un próspero 2019!