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¿Qué es la arquitectura biofílica? Hablamos sobre ello con el estudio de arquitectura sostenible Slow Studio.

Empezar este artículo haciendo referencia al “amor por la vida” tiene su explicación: el filósofo alemán Erich Fromm definía así la biofilia. En su libro Anatomy of Human Destructiveness (1973) se refería a ella como la esencia de la ética humanista. Más tarde, el biólogo Edward O. Wilson popularizó el concepto en su libro Biophylia (1984). Según él, es aquella tendencia innata del ser humano a conectar con la vida y los procesos naturales. Aplicada a la arquitectura, hoy la biofilia tiene más sentido que nunca: justifica una acción responsable con el planeta a la hora de construir. Hablamos sobre ello con Jade Serra (arquitecta y socia) y Laia Montserrat (arquitecta y responsable de comunicación) del estudio de arquitectura Slow Studio, donde trabajan los proyectos desde la sostenibilidad.

La principal premisa de la arquitectura biofílica es crear espacios que respeten y se integren con la naturaleza. Para lograrlo es necesario usar materiales naturales y de bajo impacto ecológico, así como crear ambientes saludables que promuevan el bienestar de los ocupantes y la integración armoniosa con el entorno natural. Así lo explican Jade y Laia.

Una filosofía con principios muy claros

Para que un proyecto arquitectónico pueda considerarse biofílico debe respetar una serie de dinámicas y principios. La primera de todas es la integración y el respeto del entorno natural, considerando el ciclo del agua, la biodiversidad y las características del terreno. También el uso de sistemas constructivos y materiales naturales con bajo impacto ecológico, minimizando así las emisiones de gases de efecto invernadero. Finalmente, se debe tener en cuenta la creación de ambientes saludables mediante el diseño bioclimático, el uso de la luz natural y la renovación de aire.

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Proyecto de vivienda en la Serra d’Ordal, de Slow Studio. Imagen cedida por el estudio de arquitectura.

El uso de los materiales, un elemento clave

Cuando les pregunto por los materiales más habituales en la arquitectura biofílica, tienen claro que deben ser todos aquellos que no dañan la salud del planeta. A su vez, esta condición es saludable para las personas. Concretamente, se refieren a materiales que contienen una huella ecológica reducida. O lo que es lo mismo, que no necesitan combustibles fósiles en sus procesos de transformación y que proceden de una fuente de extracción renovable o altamente abundante. Ponen algunos ejemplos: la tierra, la piedra, la madera, las fibras vegetales, el corcho, los materiales cerámicos y la arcilla. Todos ellos comparten algo: integran la transpirabilidad y la higroscopicidad; es decir, permiten regular la humedad del ambiente de manera natural.

Por el contrario, los materiales altamente industrializados que necesitan grandes cantidades de combustibles fósiles en sus procesos de producción son altamente dañinos para el planeta pero también para las personas, ya que en muchos casos incorporan procesos químicos dañinos para la salud. Nos referimos al hormigón, el acero y los plásticos.

“Para que un proyecto arquitectónico pueda considerarse biofílico debe respetar una serie de dinámicas y principios. La primera de todas es la integración y el respeto del entorno natural”

Algunos ejemplos de arquitectura biofílica

Ellas mismas, desde Slow Studio han puesto en práctica esa filosofía consciente en todos los proyectos. Destacan por ejemplo la vivienda en la Serra d’Ordal, que representa un paradigma de diseño biofílico centrado en la integración de principios sostenibles y la eficiencia energética. Ubicada en un entorno rural cerca de Barcelona, esta casa se organiza en torno a un patio central que maximiza la captación solar y promueve la ventilación cruzada. Ha sido construida con materiales naturales como la tierra compactada, el corcho o la madera contra laminada, y utiliza estrategias bioclimáticas para mantener el confort térmico sin sistemas activos de climatización. Asimismo, su diseño orientado a la autosuficiencia incluye la recolección de aguas grises y pluviales para el riego y la limpieza.

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Interior de la casa en la Serra d’Ordal. Imagen cedida por Slow Studio.

Dentro del ámbito local, también destacan el proyecto del Hospital de Sant Pau. Lo conocemos por ser una joya modernista. Lo que tal vez no sea tan evidente es que sus pabellones se combinan armoniosamente con espacios públicos y jardines de verano e invierno, implementando estrategias bioclimáticas que promueven el bienestar de pacientes y visitantes. Ambas explican que la integración de jardines y el diseño modernista del edificio no solo mejoran el entorno: también aportan un valor estético y funcional que refuerza la conexión entre el ser humano y la naturaleza.

Finalmente, si extendemos la mirada hacia el panorama internacional, encontramos proyectos tan interesantes como la iniciativa Future Parks, en Reino Unido, Birmingham y Edimburgo. “Se trata de una solución innovadora y sostenible que tiene como objetivo administrar y financiar parques y espacios abiertos que contribuyan a la salud mental y física del público”, explican Jade y Laia. También ponen el ejemplo del High Line, en Nueva York; un parque público lineal situado en el West Side de Manhattan que supuso una reinvención del espacio público saludable en la ciudad. Está construido sobre una línea ferroviaria histórica. Como ellas mismas explican, “se trata de un proyecto que siempre fue más allá de la simple idea de parque: permite al usuario caminar entre jardines, disfrutar de obras de arte, ver una actuación, comer al aire libre…”.

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Vistas al High Line de Nueva York.

La concienciación, una asignatura pendiente

Cuando les pregunto por la concienciación en torno a la arquitectura biofílica aquí en España, aseguran que hay un creciente interés y algunos ejemplos destacados, pero que aun así falta una mayor implementación de sus principios. “Hoy en día cualquier material incorpora la etiqueta de ecológico o verde, solo porque una parte del proceso productivo se ha mejorado u optimizado, pero en una situación de emergencia climática debemos ser rigurosos y responsables con nuestras acciones”, aseguran.

“Future Parks es una solución innovadora y sostenible que tiene como objetivo administrar y financiar parques y espacios abiertos que contribuyan a la salud mental y física del público”

También hablan de las consecuencias que tiene el usar materiales de elevado impacto medioambiental: “el precio que nosotros no pagamos cuando construimos, lo pagan las generaciones futuras y el medio ambiente en forma de cambio climático y crisis ecológica que amenaza la supervivencia humana en nuestro planeta”.

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Proyecto de casa en el Empordà, de Slow Studio. Imagen cedida por el estudio.

Nos recuerdan que las emisiones de CO2 en el sector de la construcción representan el 40% del total de las emisiones a nivel mundial. Para ambas se trata de una cuestión urgente y seria, aunque son conscientes de que sigue primando la economía y el bien personal antes del común. “Igual que tenemos un presupuesto limitado en euros, también deberemos tener un presupuesto limitado de CO2. En ello está la Unión Europea con la nueva directiva de eficiencia que a partir de 2028 iniciará el cómputo y los planes de limitación de emisiones de CO2 en el sector de la construcción”, afirman.

“¿Nuestro derecho de acceder a una vivienda a cualquier coste medioambiental pasa por delante del derecho a la vida de otros seres humanos que viven en ubicaciones menos favorables y que están ya experimentando los efectos más dañinos del cambio climático? ¿Y pasa por delante del derecho a la vida de las generaciones futuras?”

Les pregunto por países como Francia, donde existe una mayor conciencia sobre el paisajismo y el medio ambiente. A la pregunta de cómo podríamos integrarla aquí, aseguran que es crucial incluir la biofilia y la sostenibilidad como componentes centrales en las asignaturas de arquitectura y diseño. También afirman que es fundamental desarrollar y aplicar normativas que fomenten el uso de materiales naturales y diseños sostenibles. Finalmente, destacan el papel crucial que tiene la colaboración interdisciplinaria entre arquitectos, urbanistas, paisajistas y biólogos.

Las ciudades del futuro

Antes de terminar esta charla con Jade y Laia les lanzo una última pregunta: ¿cómo serán las ciudades del futuro? La respuesta me deja algo reflexiva, pues confirma mi leve intuición de que no es tarea fácil cambiar las dinámicas actuales. Explican que cada vez hay más consciencia de la necesidad de renaturalizar las ciudades e incluir espacios verdes, biofílicos y que funcionen como refugios ambientales para las personas. Aun así, aseguran que nos queda mucho camino por recorrer, ya que “la mayoría de ciudades están pensadas para el tránsito rodado y cambiar estas dinámicas no es cuestión de pocos años sino de varios decenios”.

“Nos atreveríamos a visualizar ciudades naturalizadas, en las que se pone en el centro de todo la calidad de vida de las personas, la salud y el bienestar”.

Sumado a esa problemática se encuentra el cambio climático, que “hará cada vez más difícil la vida en las ciudades”. Hablan de las islas de calor, los recursos cada vez más escasos de agua y la gestión de recursos y residuos, que son todos ellos “problemas a gran escala necesarios de abordar de forma urgente y planificada”.

Finalmente, hablan de la necesidad de tener el modelo de “ciudad de los 15 minutos”, en la que todos los servicios que podemos necesitar, incluidos espacios verdes, comercios, centros culturales y educativos se encuentran a una distancia menor de 15 minutos de cualquier núcleo residencial. Explican que este modelo está formado por pequeños núcleos y barrios equilibrados en los que la seguridad, el bienestar y la calidad de vida estén garantizados. “Para ello es necesaria mucha planificación, políticos y técnicos ambiciosos y valientes con pensamiento a largo plazo y con foco en el bienestar de las personas”, aseguran.

Helena Moreno

Periodista cultural de Barcelona. He colaborado en medios como El País y Exit Media. Me interesa el arte, el diseño, la gastronomía y descubrir lugares singulares; entre ellos hoteles.