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Hallstatt es un destino fantástico en cualquier época del año. Una población alpina salida de un cuento de los hermanos Grimm. Se trata de un pequeño casco urbano arremolinado entre altas montañas y cuyas casas de de fantasía se duplican al reflejarse en las calmadas aguas del lago vecino, también llamado Hallstatt. Como decimos ideal todo el año, pero más si cabe con la llega de las nieves a las montañas alpinas.

Estampa invernal de Hallstatt. © Osterrieich Werbung – Popp Hackner

En otras ocasiones ya os hemos propuesto viajes a Austria. E incluso este país con su intensa programación cultural suele ser un habitual en nuestros highlights. Y ahora volvemos a estas tierras de Centroeuropa para hablaros de uno de los pueblos más bellos del mundo. Así aparece Hallstatt en cualquiera de los muchos rankings que hacen las publicaciones especializadas en viajes. Y lo que es más importante en la actualidad: es una de las poblaciones más “instagrameadas” del planeta.

Un viaje al corazón de los Alpes

Lo cierto es que hoy en día es relativamente fácil llegar a Hallstatt. Tanto desde alguna de las estaciones de esquí cercanas o incluso desde esa maravilla del arte, la música y la estética que es la ciudad de Salzburgo. Pero no siempre fue así. Prácticamente hasta comienzos del siglo XX solo se podía llegar hasta aquí caminando por sendas de montaña o bien navegando desde otras poblaciones ribereñas del lago.

Vista de Hallstatt desde el otro lado del lago

No obstante, aunque hoy la carretera llegue a la población, lo cierto es que se queda en sus inmediaciones. De hecho, el tráfico rodado para los turistas está terminantemente prohibido por Hallstatt. Además de que hay callejas, escaleras y pendientes que lo hacen imposible. Así que hay que caminar para descubrirlo. Pero hasta para los más comodones, un paseo por estas calles es un deleite.

El primer vistazo a Hallstatt

Las sensaciones de ese paseo no pueden comenzar mejor, ya que al poco de dejar el vehículo en los parkings habilitados para ello, se llega a un mirador fantástico sobre Hallsttat. Llevad la tarjeta de memoria de vuestra cámara vacía, porque ya en esta primera parada tiraréis un sinfín de fotos a esta panorámica idílica: Hallstatt con sus casas y sus campanarios reflejados en el agua.

Pasear por Hallsatt es un placer. © Of. Dachstein-Salzkammergut – Edwin Husic

Da igual la luz ambiental que haya. Si brilla el sol, la estampa de las montañas envolviendo la población es preciosa. Si hay neblina, los efectos lumínicos pueden ser mágicos. Y si está nublado, la amenaza de tormenta le da al lugar un aspecto épico admirable y casi sobrecogedor.

Una vez dentro de la población

El tamaño de Hallstatt es pequeño. Los habitantes de este pueblecito austriaco no llegan a los mil. Pero hay que sumar los turistas, los que hacen excursiones de día y los que se alojan aquí varias noches para descubrir con calma los alrededores, de los cuales os hablaremos más adelante.

Pero el núcleo en sí se recorre fácilmente en unas horas. Y aun sería menos tiempo si no se hicieran paradas tan largas en cada uno de sus atractivos. Ya hemos avisado que haréis fotos y más fotos. Por ejemplo, en la Marktplatz, la plaza principal donde atraen las miradas tanto su fuente central como las flores y plantas trepadoras que protegen las fachadas de las casas.

La Markplatz o plaza del Mercado de Hallstatt © Of. Dachstein-Salzkammergut – Viorel Montenau

Y una vez allí, es imposible no dirigirse hacia el campanario de la iglesia luterana a las mismas orillas del lago. Por cierto, unas orillas que se pueden recorrer luego caminando por la SeeStrasse. Si bien otra dirección posible es tomar las escaleras hacia la Pfarrkirche, la iglesia católica de orígenes medievales y que ahora luce esplendorosa tras ser restaurada. Este templo es lo más hermoso de Hallstatt, por su arquitectura y por el romántico cementerio que lo rodea.

El terreno de este camposanto es escaso, dado lo escarpado de la ladera. De manera que durante siglos, el lugar de enterramiento se ha ido reciclando, ya que pasado unos años, los cuerpos de los fallecidos se desenterraban, para dejar paso a los nuevos difuntos. Esa es la explicación del osario que hay junto a la iglesia. Un osario donde llaman la atención los numerosos cráneos conservados en los que se leen los nombres de los muertos y hasta hay algunos que muestran dibujos y símbolos.

Cráneos del osario © Of. Dachstein-Salzkammergut – Edwin Husic

Para una estancia más larga en Hallstatt

La gran mayoría de turistas culmina su visita a Hallstatt con este recorrido y buscando algún otro de los miradores sobre la población. Pero nuestro consejo es buscar habitación en uno de sus hotelitos con encanto y disfrutar del atardecer entre montañas.

Plataforma Skywalk Welterbeblick © Of. Dachstein-Salzkammergut – Mirja Geh

No solo por ver como se oculta el sol, sino por poder disfrutar al día siguiente del resto de joyas de Hallstatt. Para empezar sus minas de sal, a las que se asciende o bien caminando o con un tren de cremallera que salva la fuerte pendiente. Y debéis saber que no se hace una visita a una mina cualquiera, son las minas de sal más antiguas del mundo, con siete milenios de antigüedad.

Visita al interior mina © Of. Dachstein-Salzkammergut – Salzwelten

De hecho, la razón de existir de Hallstatt fueron estas minas tan antiguas. Una explotación que configuró todo un paisaje que podemos disfrutar desde la plataforma área del Skywalk Welterbeblick. Una vertiginosa atracción sobre el lago y su entorno. Quien se atreva debe asomarse a contemplar el panorama. Y de paso que busque entre los bosques una gran tubería de madera, con 400 años de antigüedad. Por ella, se transportaba la sal de la mina hasta Ebensee, a unos 40 kilómetros de distancia.

Hallstatt

El Lago Hallstatt en invierno ¿Quién se anima? © Of. Dachstein-Salzkammergut – Viorel Montenau

Asomados a esa plataforma es como mejor se comprende porque la UNESCO declaró el paisaje de Hallstatt-Dachstein como Patrimonio de la Humanidad. Un lugar cargado de belleza natural y restos de una larguísima historia que merece una escapada sin prisas, y mejor aún en estas fechas. Sin las masificaciones que se dan en otros meses y con la magia que el blanco de la nieve otorga siempre a los Alpes.