Hace más de un año que Fernando Botero se despidió de la vida, pero su legado sigue presente a través de su arte y sus hijos, quienes se encargan de mantener su recuerdo vivo a través de exposiciones. Entrevistamos a Lina Botero sobre la visión del universo de su padre.
Este mes de febrero, el Palau Martorell acoge la muestra Fernando Botero. Un maestro universal, con la selección de un centenar de obras, algunas de ellas inéditas. Hablamos con su hija, Lina Botero, que emocionada por el evento es incapaz de reprimir sus lagrimas al inicio de la presentación.
El camino artístico de Botero
Fernando Botero llegó a Europa con tan solo 19 años, desembarcando en Barcelona antes de trasladarse a Madrid. Allí, pasó incontables horas en museos como el Prado, estudiando de cerca a grandes maestros como Picasso, Velázquez o Goya. Su búsqueda artística lo llevó después a Italia, donde descubrió el volumen en la pintura renacentista, un hallazgo fundamental que marcaría para siempre su estilo único.

La Menina, según Velázquez. Botero nunca quiso firmarla, pues era más de Velázquez que de él. Crédito editorial: Palau Martorell.
Tu padre reinterpretó muchas pinturas de artistas clásicos. ¿Además de su influencia a la hora de pintar, crees que también influyó a sus pensamientos reflexivos sobre la vida?
Mi padre decía que el arte, a través de la historia, había tenido como objetivo principal enaltecer y celebrar la vida. Además, creía que las sensaciones más placenteras son las que nunca cansan de producir emoción. Por ejemplo, cuando entras a una iglesia y ves las obras maestras de grandes artistas, las has podido ver mil veces, pero, sin embargo, cada vez que te paras en frente de ellas vuelves a sentir la misma emoción.
En cuanto a la conexión con los artistas, él decía que la riqueza de un artista consiste en las influencias que han marcado su vida y su trabajo. Mi padre no escondía las influencias que tuvo, porque consideraba que el verdadero talento empezaba por elegir a los mejores, y él encontró maestros en museos de España e Italia.
¿Crees que hay aspectos de su carrera artística que no han sido totalmente estudiados?
Sí, y eso es lo que hace tan fascinante para los diferentes curadores poder reestudiar las obras. Por ejemplo, mi padre era increíblemente prolífico y produjo un trabajo enorme a nivel de obra sobre papel. Ahora, para el mes de octubre, se va a llevar a cabo una exposición en el norte de Italia, exclusivamente de obra sobre papel. Él era un enloquecido de trabajar con diferentes técnicas y dominarlas, y consiguió trabajar la acuarela en formatos muy grandes y de manera vertical. Estos diferentes retos invitan a explorar otras facetas de su carrera.

El Picnic, 2001. Crédito editorial: Colección privada.
¿Hubo algún proyecto que tu padre quiso aceptar o desarrollarlo pero que no pudo?
No, yo creo que mi padre hizo en vida todo lo que quería hacer. Uno de los grandes logros que realizó fue donar a Colombia su colección de arte que había creado a lo largo de 35 años. Además, donó 100 obras al Museo de Bogotá y 100 obras adicionales al Museo de Antioquia junto a las 24 esculturas monumentales que se encuentran en la plaza, en frente del museo. Su satisfacción más grande fue haberle podido regalar a Colombia su arte, y que se le recompensó con cariño, reconocimiento y afecto de la gente.
Además, uno de sus sueños era llegar a exponer en China, y se realizaron tres exposiciones en Beijing, Shanghái y Hong Kong, reuniendo más de un millón y medio de visitantes.
El retrato más íntimo
Lina Botero confiesa que cuando le preguntaba a su padre cuál era su obra favorita, él siempre respondía: «La que estoy pintando en este momento». Viajaba a Nueva York, París o Mónaco, dejaba la maleta e inmediatamente entraba en su estudio para no interrumpir su flujo creativo. Como resultado de esa entrega inagotable, han descubierto joyas escondidas como rollos de lienzos o acuarelas de gran formato que hoy pasan por un proceso lento para catalogarlas, fotografiarlas y enmarcarlas. Entre ellas, aparecen bellezas como el retrato del hijo pequeño del artista, Pedrito, que murió siendo un niño por un accidente de tráfico.
Cuando le preguntaba a mi padre cuál era su obra favorita, él siempre respondía: «La que estoy pintando en este momento». – nos confiesa Lina.
¿El papel de la familia le influyó a la hora de crear?
Mi padre era un gran hombre de familia, era un patriarca y toda la familia estaba reunida en torno a él. Pero, un momento clave fue cuando nació mi hermano Pedrito, mi padre tenía 38 años, y pintó muchísimos cuadros sobre él, pero murió cuando tenía cuatro años por un accidente de tráfico en Madrid. Ese fue un golpe aterrador, del cual mi padre casi no logra salir adelante, pero consiguió seguir porque se aferró a su trabajo como si fuera un salvavidas.

Vistas de la exposición con dos retratos del hijo pequeño de Botero, Pedrito. Crédito editorial: Palau Martorell.
Fue un accidente que marcó a la familia, y él quiso dedicarle una sala entera en el Museo de Antioquia, titulada Sala Pedro Botero. Son cuadros extraordinarios en su memoria, y para la muestra, en el Palau Martorell, se puede ver un retrato en pastel. Es un cuadro que encontramos en el depósito que dejó en Nueva York después del accidente, que cerró con llave y que nunca quiso volver a abrir. Hace pocos años que lo descubrimos, es una belleza, y ahora tenemos el placer de poder incorporarlo a las exposiciones.
Lina nos habla del cuadro inédito de Pedrito, su hermano pequeño que murió en un accidente de tráfico:
En el Palau Martorell, se puede ver un retrato en pastel inédito, pues nunca se había expuesto en público. – nos explica.
A nivel personal, ¿tienes alguna obra como favorita?
Es muy difícil decir cuál es mi obra favorita porque es imposible, pero el retrato Pedrito a caballo, que él pintó justo después de su muerte, que se encuentra el Museo de Antioquia, es un cuadro que lo tengo grabado en el corazón.
La esencia de lo local, el arraigo a sus raíces y su proyección universal fue el camino de Fernando Botero. Aprendió de los mejores maestros, pero siempre llevó consigo su identidad sudamericana, convirtiéndola en un lenguaje artístico. Nunca dejó de pintar ni de disfrutar de su arte, manteniendo hasta sus últimos días de vida la pasión que lo definía.