Georgia es un magnífico ejemplo de la evolución experimentada en los últimos años por muchas de las antiguas repúblicas soviéticas. Unos territorios que tras independizarse del régimen de Moscú, primero vivieron una época de alegría desbordada, para pronto darse de bruces con la realidad de que tenían que construir un nuevo país.
Hace menos de 30 años de aquello, y desde entonces los avances han podido ser lentos, pero constantes. Tanto que ha llegado el momento de mostrar el país para convertirlo en un destino turístico atractivo. Y los expertos le auguran un estupendo futuro en este sentido, ya que Georgia posee reclamos de lo más variados tipos (playa, ciudades monumentales, montaña, patrimonio,…). Con el añadido de que a día de hoy es un destino muy económico, y sobre todo poco explotado para poder disfrutarlo sin masificación ni agobios.
Entre Europa y Asia
Ubicada a orillas del mar Negro por el oeste y con las cumbres de la cordillera del Cáucaso al norte, esta república está a caballo de las tierras europeas y asiáticas. Según quien escriba de Georgia le adjudicará la pertenencia a un continente u otro. No entraremos nosotros en ese asunto, pero si diremos que suele ocurrir que de la fusión surge lo más interesante. Así que esa mezcla entre este y oeste, con influencias rusas, turcas o persas crean una amalgama de sabores, tradiciones y culturas de lo más sugerente.
Y hay que sumarle el factor religioso. Algo que ha definido gran parte de la historia georgiana. Un dato de lo más curioso es que este fue uno de los primeros reinos que adoptó el Cristianismo como religión oficial, a inicios del siglo IV. Desde entonces, la religión ortodoxa ha moldeado del carácter de este pueblo, así como ha legado un sinfín de iglesias, monasterios y catedrales que son parte de su encanto turístico.
El patrimonio monumental de Georgia
Lugares como el monasterio de Gelati en las proximidades de la ciudad de Kutaisi, o el conjunto de templos que hay en Mtskheta, son visitas recurrentes para los viajeros en Georgia. En especial este último lugar que guarda las iglesias de Javri y Samtavro, así como la catedral de Svetiskhoveli. Un complejo que se considera la capital espiritual del país, al nacer allí Santa Nino a la que todavía se venera como la gran responsable de la implantación de la religión ortodoxa.
No obstante, la auténtica capital es Tbilisi, de visita imprescindible en un viaje a Georgia. Para empezar por tener el principal aeropuerto del país. Pero además atesora un casco antiguo digno de conocerse a orillas del río Mtkavari y bajo la protección de la impresionante fortaleza de Narikala. Un monumento fascinante ya que en él se pueden rastrear las huellas de culturas tan distintas como los árabes o los mongoles.
Darse un baño en el mar Negro
Otro de los destinos habituales en un viaje a Georgia es la zona costera del mar Negro. Allí hay numerosas playas a las que acudir, casi todas de guijarros. Como ocurre en otros países en desarrollo, son las áreas de litoral las que primero resurgen gracias al turismo, una tendencia que también se ve aquí. Por ejemplo en ciudades como Batumi en el extremo sur, o en Anaklia con su balneario al norte, ambas con cierta infraestructura turística.
Georgia para los amantes de la montaña
Mar y montaña, ambos están presentes en el territorio georgiano. Y respecto a la montaña, es espectacular al contemplarse y disfrutarse gran parte de la vertiente sur del Cáucaso. Si alguien ama los paisajes amplios y agrestes aquí hallará un paraíso. Sobre todo en regiones como Svaneti, tan hermosa como recóndita, con sus aldeas del Medievo perdidas entre cumbres nevadas.
Más accesible puede ser la ruta de Kazbegi que también nos descubrirá un país todavía remoto, y donde hay que hacer paradas tan memorables como la que nos propone la fortaleza de Ananuri, dominando la llanura del ancho valle del río Aragvi.
La esencia de Georgia
Pero viajar es mucho más que contemplar paisajes grandiosos o monumentos singulares, sobre todo ha de ser empaparse de la esencia del territorio y las gentes a las que se visita. Y eso en Georgia hay que hacerlo en una zona en especial, en la región de Kajetia, al sureste del país. Un área donde se produce un emblema histórico: sus vinos. Allí, en torno al cultivo de la vid y la producción del vino se conservan las esencias de este pueblo tan singular con un pasado plagado de momentos esplendoros.
Por eso no es de extrañar que Kajetia, y más concretamente la monumental ciudad de Tsinandali, haya sido el lugar elegido por la grupo hotelero Radisson para crear el Tsinandali Estate que abrirá sus puertas el próximo otoño.
El Tsinandali Estate de la Radisson Collection
Dentro de los establecimientos de este grupo hotelero, los que forman parte de la Radisson Collection siempre son hoteles de alta categoría, emplazados en lugares espectaculares. Unos parámetros que se cumplen en el Tsinandali Estate. Aquí se armoniza el paisaje de viñedos del entorno y la arquitectura tradicional con la modernidad en sus servicios, y también en su estética en la que han participado el diseñador alemán Ingo Maurer con la escultora georgiana Tamara Kvesitadze.
Un hotel vecino al palacio y los jardines que se hizo construir el aristócrata decimonónico Alexander Chavchavadze, el cual además creó la primera gran bodega del país. Y es que toda esta zona es una productora histórica de vinos. Allí se elaboran caldos al modo más tradicional con grandes toneles enterrados en el suelo. Pero también se han incorporado otras técnicas para mejorar sus vinos, en especial los blancos. Unos vinos que como este nuevo hotel Tsinandali Estate nos hablan de un país que avanza apoyado en sus tradiciones e historia, y que tiene mucho que ofrecer a sus visitantes.