Su nombre real era Salvador Doménech Felipe Jacinto Dalí, pero fue mundialmente conocido como Salvador Dalí. El artista de Figueres fue excéntrico, brillante y, sobre todo, polifacético: se entregó con la misma pasión a la pintura, a la joyería, a la performance o incluso a la gastronomía. Son famosas las cenas en las que el genio desplegaba toda su imaginación a través de ingredientes sensuales y exóticas presentaciones culinarias. Esos encuentros opulentos en los que el genio fabricaba auténticas experiencias multisensoriales quedaron plasmados en el libro Les Diners de Gala –Las Cenas de Gala-, publicado en 1973 y que ahora reedita la editorial Taschen.
Aquella primera edición solo contó con 400 ejemplares (su valor actual es de varios miles de euros) y fue elaborado con la colaboración de los mejores chefs franceses de restaurantes de París condecorados con estrellas Michelin como Lasserre, La Tour d’Argent, Maxim’s y Le Train Bleu.
Entusiasmo por «la armadura»
En la peculiar recopilación de recetas (son 320 páginas), Dalí ofrece instrucciones para elaborar hasta 136 platos de lo más extravagantes: Congrio del sol naciente, Crema de ranas, Sopa de orejas de cerdo, Los senos de Venus, o unos Huevos de mil años. Las recetas van acompañadas de fotos, ilustraciones y reflexiones que hacen del conjunto una celebración de la estética surrealista daliniana. «La mandíbula es nuestra mejor herramienta para aferrarnos al conocimiento filosófico», dice por ejemplo Dalí, o expresa más tarde su gran entusiasmo por lo que él llama “la armadura”: “Me encanta comer armaduras, en una palabra, todo lo que es crustáceos». Eso explica recetas como el Civet de caracoles o la Pirámide de cangrejos de río con hierbas vikingas.
En el índice de Les Diners de Gala se ordenan en 12 capítulos las impresionantes propuestas: en “Los canibalismos del autohombre”, Dalí da rienda suelta a su ímpetu por los huevos y crustáceos, en “Las sillas monárquicas” despliega sus fórmulas para aves y en “Yo me como a Gala” se encarga de los afrodisíacos. El conjunto es un banquete visual que ignora las privaciones en la comida, tal y como avisa el artista en el prefacio:
“Nos gustaría dejar en claro que, a partir de las primeras recetas, Les Diners de gala, con sus preceptos y sus ilustraciones, se dedica únicamente a los placeres del gusto. No busque fórmulas dietéticas aquí.
Tenemos la intención de hacer caso omiso de la química de la gastronomía. Si usted es discípulo de esas dietas en las que se cuentan las calorías, y transforman el placer de comer en sufrimiento, cierre este libro de inmediato; este es un libro demasiado vivo, demasiado agresivo, y demasiado impertinente para usted”.
Vocación: cocinero
El gusto por la cocina le venía a Dalí desde niño: muchas veces relató cómo a los seis años él mismo quería ser cocinero. Y más tarde su atracción por la gastronomía se reveló en varios de sus cuadros (donde aparecen huevos fritos o cestas de pan) o en declaraciones como “Sé lo que como, no sé lo que hago”. Y es que para el artista la comida no solo era eso: era también una fuente de inspiración creativa y de placer.
Los excesos del genio quedaron plasmados en esta antología gastronómica, tanto en el estilo bizarro de sus recetas, como en la presentación de los platos o en instrucciones como la de “cómo devorarse a Gala”. El delirio, la osadía y la belleza, quedan atrapados magistralmente en este libro que une el arte y la cocina para los paladares más atrevidos de este siglo XXI.