El amor de Charles Chaplin y Oona O’Neill fue de los que se llaman a primera vista. Cuando tenían cuatro hijos tuvieron que exiliarse de Estados Unidos y recalaron en lo alto de un pueblo llamado Vevey, a orillas del lago Lemán. Visitamos la casa en la que pasaron casi 30 años, reconvertida hoy en un museo interactivo que homenajea la creatividad de uno de los mayores genios del siglo XX.
Un amor en tiempos de guerra
Decía Truman Capote que su amiga Oona O’Neill “Sólo tenía un defecto. Era perfecta. Fuera de eso, era perfecta”. Oona era hija del dramaturgo estadounidense galardonado con el Premio Nobel Eugene O’Neill, y desde muy jovencita fue considerada celebrity entre la élite intelectual neoyorquina, por lo que, le encantaba alargar las tardes en el mítico Stork Club (donde la nombraron «La debutante número uno» de la temporada 1942-1943). Aunque fuera tomando tazas de té con leche como evidencian las fotos.
Vas a conocer a un hombre mayor que tú y te vas a casar con él-dijo Orson- Lo conocerás muy pronto.
Una de esas noches conoció a J.D Salinger, que debió pensar lo mismo que pensaba Capote y se enamoró perdidamente de ella. Él tenía 22 y ella 16. El slot gacor hari ini escritor en ciernes cometió la imprudencia de alistarse al ejército y largarse a combatir a Europa, desde donde fue enviando cartas de amor pensando que la imagen de soldado meloso enternecería a Oona hasta el punto de terminar las cartas llorando. Pero nada de eso, ay, porque mientras Salinger veía los horrores de la guerra que le condenaría para siempre, Oona aceptaba la invitación a cenar a casa de Orson Welles.
Entre plato y plato supo que ella no iba a querer nada más después del postre y le pidió al anfitrión que le leyera las líneas de la mano: “Vas a conocer a un hombre mayor que tú y te vas a casar con él -dijo Orson- Lo conocerás muy pronto”. Y así fue. Salinger esquivaba la muerte y Oona se enamoraba en Los Angeles del hombre de cine más famoso del momento, el gran Charlie Chaplin, a quien en absoluto le asustó la diferencia de edad.
De hecho, cuando supo que Oona tenía 18 los restó a sus 54 y pensó: Normalmente podría ser el padre de mis actrices, esta vez podría ser su abuelo. “La belleza es lo único valioso que hay en la vida. El que la encuentra lo ha encontrado todo” escribiría luego. Un año después pasaría a ser la cuarta y definitiva esposa del creador de Tiempos modernos. Algo de lo que Salinger se enteró al comprar un periódico en Europa y ver la portada.
La historia es conocida, pero quien mejor la ha contado ha sido Frédéric Beigbeder en su extraordinario libro Oona y Salinger. Chaplin y Oona estuvieron casados del 43 al 77. Tuvieron ocho hijos. Salinger volvió de la guerra y escribió esa obra maestra llamada El guardián entre el centeno. Luego se recluyó, como si fuera suya aquella frase de Eugene O’ Neill que decía “escribir son mis vacaciones de vivir”.
En 1952, víctima de una caza de brujas de manual, Chaplin fue repudiado por los Estados Unidos. Acusado de comunista e invitado al exilio en Suiza, a donde se instaló con Oona y los cuatro hijos que tenían entonces.
En todo esto pensaba en el trayecto que me llevaba del Hotel Palace de Montreux (ese hotel al que Nabokov fue a pasar una tarde de 1961 y se quedó 16 años. Algo que, si se conoce el lugar, carece de todo mérito) al Manoir de Ban. Donde vivieron Oona y Chaplin hasta el fin de sus días y lo que hoy se conoce como Chaplin’s World. Una inmersión en el universo del genio que, sin decir una palabra, habló a todo el mundo y lo hizo reír (y llorar). Chaplin, que fue niño abandonado y hambriento, pudo en parte ajustar cuentas con la vida. Pero, a pesar de la riqueza que acumuló, no dejó jamás de temer a la pobreza. Ahí está: un cero a la izquierda que logró pertenecer a todos.
El exilio y la vida en Suiza
El Manoir de Ban es un edificio de 1840, obra del arquitecto de Vevey Philippe Franel, construida por encargo de Charles Emile Henri de Scherer, propietario de la finca. Se sitúa en Corsier sur Vevey, en lo alto de Vevey, y está rodeada por un parque que se asoma al lago Lemán. De estilo neoclásico, figura en el inventario suizo de bienes culturales.
Tenemos una hermosa casa de treinta y seis hectáreas que resguardan el encantador pueblo de Vevey, donde Rousseau y Courbet vivieron y trabajaron durante algún tiempo. Las vistas al lago y las montañas distantes son inefables
Pocos días después de su llegada a Suiza en diciembre de 1952, por consejo de su chófer, la pareja se detuvo en las alturas del lago Lemán y visitó la propiedad para quedar encantada con la casa, los árboles, el jardín y las vistas.
En una de las cartas expuestas, escrita por Chaplin al dramaturgo estadounidense Clifford Odets, da buena cuenta del romance que terminarían viviendo con este paisaje: “Tenemos una hermosa casa de treinta y seis hectáreas que resguardan el encantador pueblo de Vevey, donde Rousseau y Courbet vivieron y trabajaron durante algún tiempo. Las vistas al lago y las montañas distantes son inefables.”
Chaplin’s World
La idea de un gran museo dedicado a Charles Chaplin y su obra nació de un encuentro en el año 2000 entre el arquitecto suizo Philippe Meylan y el museógrafo quebequés Yves Durand, que estuvieron de acuerdo en preservar la esencia de lo que fue una residencia familiar.
Chaplin’s World se divide en tres espacios temáticos: los estudios, la mansión y los jardines. Antes de la visita, en una sala de cine se proyecta un documental con escenas memorables del Vagabundo más rico de la historia del cine.
Los estudios recrean escenografías y decorados de películas como El chico, conmovedor retrato autobiográfico con la sombra de la compleja infancia de Charlie en el barrio londinense de Lambeth, donde fue abandonado por una madre cabaretera que había sido previamente abandonada por su marido. También actor y cantante de Music hall, y donde hoy está el Chaplin Bar.
También se empatiza con el universo de Tiempos modernos y de La quimera del oro, y por supuesto uno puede sentarse en la silla del barbero judío perseguido por el régimen de Adenoid Hynkel, El gran dictador, momento en le que uno se acuerda de que Hitler y Chaplin nacieron el mismo año 1889 con apenas cuatro días de diferencia.
Por supuesto, no se puede pasar por alto la que probablemente sea la escena que más veces repitió Chaplin (se dice más más de 500 tomas) junto a la hermosa y ciega vendedora de flores, Virginia Cherrill, protagonista de Luces de la ciudad, un rodaje interminable del que se ha escrito mucho. Aparecen también Edna Purviance en El inmigrante, Buster Keaton y el terrible Eric Campbell.
Tanto el presidente de la fundación Chaplin, Michel Chaplin, hijo de Charlie y Oona, como los impulsores del proyecto, han querido subrayar la vinculación de Chaplin y Oona con la comunidad y sus esfuerzos por sostener la no siempre sencilla armonía familiar en esta Riviera Vaudoise.
Oona y Chaplin: un amor eterno
El aura de leyenda es lo que permite a Chaplin renacer cada día entre estas paredes. Así, afirman Meylan y Durand: “La vida en el Manoir era bastante alegre, Chaplin gastando bromas a los niños, regularmente payaseando a la sombra de los árboles frutales del jardín, intentando comunicarse usando el lenguaje gestual de la pantomima…»
«La familia tenía sus costumbres, como la barbacoa de los sábados preparada por Chaplin, los columpios, los largos de la piscina, donde venían los amigos de los niños, las proyecciones de viejas películas de Charlot los domingos por la tarde, con Oona manejando el proyector y Charlie en segundo plano, con el miedo de no seguir haciendo reír a la gente”
También recuerdan los juegos de pelota, fiestas de cumpleaños y el huevo de Pascua del Halloween americano. Al parecer, a Charles Chaplin se le veía pasear por las calles peatonales del viejo Vevey vestido de franela gris y camisa blanca, pañuelo de seda y sombrero.
Trabajar es vivir, y a mí me encanta vivir.
A él y a Oona les gustaba ir al mercado, pasear por la orilla del lago Lemán, donde debieron cansarse de ver la excelente Villa «Le Lac» que Le Corbusier proyectó para sus padres en 1923, e ir al cine Rex de Vevey. También se preocupó por conocer la historia del Château de Chillon, donde estuvo preso Lord Byron y donde le salvó poder escribir poemas.
«Trabajar es vivir, y a mí me encanta vivir» opinaba Charles Chaplin. Quien, desde que empezó su exilio suizo, apenas pudo sumar dos películas más a su filmografía. Aunque, eso sí, fue aquí donde escribió su célebre autobiografía.
En el salón donde se proyectan viejas películas familiares se ve a un Chaplin sensible y contrariado, disfrutando a su manera de los hijos y de Oona. En cualquier caso, el recuerdo más emocionante es el de la histórica ovación de doce minutos con la que fue recibido Chaplin en la ceremonia de los Oscars de 1972, cuando por fin fue honrado con un premio de la Academia por su “impacto incalculable en la transformación del Cinematógrafo en el arte del siglo XX”. Y se cristalizó su fugaz regreso a Estados Unidos, detalle que simbolizó el perdón de Hollywood por la vergonzosa expulsión a la que fue sometido.
Cuenta Beigbeder que delante de la tumba en la que están enterrados Oona y Charlie (no muy lejos de la casa) escuchaba la canción de Simon and Garfunkel Scarborough Fair. Una canción de corte medieval que define una relación de amor cortés, el amor de un caballero por una dama a la que no ve jamás.
“Para un hombre la felicidad llega cuando una mujer lo libera de todas las demás mujeres, de pronto se siente tan aliviado que tiene la sensación de estar de vacaciones. A Charlie Chaplin le bastaba con mirar a Oona para sentirse ligero.”
“El amor recíproco es dichoso, pero vulgar. El amor cortés es doloroso, pero noble. Oona y Chaplin son una historia de amor cortés. Son el matrimonio más exitoso que conozco” sostiene Beigbeder en su fabuloso libro. Antes de añadir que “para un hombre la felicidad llega cuando una mujer lo libera de todas las demás mujeres, de pronto se siente tan aliviado que tiene la sensación de estar de vacaciones. A Charlie Chaplin le bastaba con mirar a Oona para sentirse ligero”.
Para el escritor francés, cuyo novelista favorito siempre fue Salinger, “El guardián entre el centeno sería un sucedáneo de Luces de ciudad, reemplazando el bombín por la gorra. La pureza de los niños, la corrupción de los adultos: las películas de Chaplin no hablan de otra cosa”.
Chaplin murió la mañana del día de navidad de 1977 en esta misma mansión de Vevey. Luego Oona se compró un dúplex en la calle 72 este de Nueva York. Para huir de los recuerdos, beber, hablar de cómo dejar de beber y de su vuelta a Suiza. Cuando quedaba con Truman Capote, que a buen seguro seguía pensando que su amiga era perfecta.
Imágenes cortesía de Chaplin’s World
Route de Fenil 2
CH- 1804 Corsier-sur-Vevey
Suisse