Pesan unos 45 kilos y no superan los 80 cm de altura, pero su «preciosa lana» se vende a precios astronómicos: hasta 500 dólares se paga por un kilo de fibra de vicuña sin procesar. Se trata de un material resistente, cálido y también muy escaso, pues la población de estos animales se redujo considerablemente durante el siglo pasado. Hoy, para encontrarlos pastando, hay que visitar América del Sur: Magazine Horse estuvo allí.
Más concretamente, en la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca situada entre los departamentos peruanos de Arequipa y Moquegua, a más de 4.000 metros de altitud. La reserva fue creada en 1979 para garantizar la protección de las vicuñas que habitan la zona y conviven con alpacas, llamas y guanacos. Cientos de vicuñas corretean libremente por los alrededores de la carretera que une Arequipa, segunda ciudad de Perú, con Chivay, un pequeño pueblo a la entrada del Cañón del Colca.
Allí, en medio del inhóspito altiplano andino, se entrecruzan grupos de vicuñas en busca de alimento; así como vendedores de tan preciada fibra animal (los ambulantes se sirven del alcohol de uso farmacéutico para hacer frente al mal de altura). Su lana es un tesoro que ha sido muy aclamado: el rey más poderoso de la Historia, Felipe II, lo exigió para dormir; y su uso por parte de muchas estrellas de Hollywood y otros personajes llevó al borde de la extinción a la vicuña. Por eso el gobierno peruano prohibió su exportación hasta 1994 y puso en marcha un importante plan de recuperación.
El animal sagrado de los Incas, cuyo dorado pelaje se confunde con el paisaje andino en el que vive, concede su exclusiva fibra natural para mermar la miseria de los habitantes de una de las zonas más pobres de Perú, a la vez que deleita a los acaudalados asistentes a las pasarelas más lujosas. Es un bien escaso, y por ello codiciado, que ha desterrado a finas lanas como la del cashmere (cabra asiática) o el shahtoosh (antílope tibetano), para erigirse la reina de los textiles de lujo.
De bellos e inmensos ojos negros y largo cuello, este escaso animal silvestre produce un pelo muy apreciado por su calidez (sus fibras tienen escamas que al hilarlas se entrelazan y aíslan el aire), como por su finura: mide entre 12 y 14 micrones de diámetro. Es una fibra animal cuyo kilo sin procesar alcanza de 300 a 500 dólares (de 250 a 420 euros), dependiendo de la calidad; y que cuesta tanto porque una vicuña tan sólo produce unos 200 gramos de fibra cada tres años. Lo que dificulta el conseguir varios metros de esta tela, así como el que su pelo, muy corto y fino, resulta complicado de hilar.
31.000 euros por un traje de vicuña
La vicuña se caracteriza por su color marrón canela en la parte dorsal y lateral del cuerpo, a lo largo del cuello y en la porción dorsal de la cabeza; mientras en el pecho, vientre, parte interna de las patas e inferior de la cabeza su color es blanco. La fibra de vicuña se agrupa comercialmente bajo la denominación de fibras laneras «finas, apreciadas o preciosas». Tan sólo unas cuatro toneladas anuales se exportan a Italia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos.
La masificación de materiales que alguna vez fueron sinónimo de lujo ha llevado a icónicas casas de moda a rastrear el mundo en busca de sustitutos. Entre ellas, Ermenegildo Zegna, cuyo objetivo sigue siendo crear las telas más bellas del mundo y luchar por preservar la calidad de la lana de vicuña peruana, una de las más finas y caras del mundo. En su caso, maximiza el desarrollo de instalaciones de agua en la comunidad Picotaini (Puno-Perú) con su proyecto «Vicuña», ya que el agua potable es esencial tanto para los criadores de vicuña como para su ganado, al mejorar la supervivencia de la especie y su capacidad para la reproducción.
Mientras, la firma italiana Loro Piana, sinónimo de artesanía textil mundial, ha conseguido la mayor parte del suministro mundial de esta valiosa materia prima. Y lo ha hecho gracias a su privada Reserva Dr Franca Loro Piana, situada en Pampa Galeras (Ayacucho-Perú), para confeccionar sus mejores productos. Como resultado, la población de este animal, que llegó a estar en peligro de extinción, ha repuntado con fuerza; demostrando que la moda es capaz de favorecer la sostenibilidad y conservación del medio ambiente y su fauna.
Jack Nicholson, Robert De Niro o Daniel Craig entre otros, se visten con trajes de fibra de vicuña. Un abrigo confeccionado con este animal, para el cual harían falta entre veinticinco y treinta vicuñas, costaría en Perú hasta €9.000; mientras en Estados Unidos o Europa se pagarían unos €20.000 por una chaqueta o €31.000 por un traje fabricado en esta suave tela.
El «chaku», tradición a favor de la conservación
Las vicuñas son asustadizos animales que pastan tranquilamente de forma habitual y que tan sólo, una vez al año, son molestados por los vecinos de la zona que se reúnen para capturarlos y esquilarlos. Siguiendo la tradición incaica (que relató el Inca Garcilaso de la Vega en sus «Comentarios Reales de los Incas») cada tres años se celebraba el «chaku», la ceremonia donde capturaban, esquilaban y censaban a la población de este camélido andino; este rodeo se repite hoy en día como ejemplo de que el alto valor de su fibra puede ser utilizado en favor de su conservación.
La población de vicuñas rondaba entre uno y dos millones de ejemplares en épocas precolombinas, pero tras la llegada de los españoles y su caza indiscriminada con el fin de llevar su fibra a Europa, se vio en peligro de extinción. Gracias al Convenio para la Conservación y Manejo de la Vicuña, firmado entre Perú, Bolivia, Chile y Argentina, se ha logrado la recuperación de este camélido, reconociendo así que la forma más barata y eficaz de proteger la población de vicuñas es mantenerla en su estado silvestre. Actualmente sólo está permitida su esquila para obtener y comercializar la fibra y las telas; siendo una especie protegida por ley, cuya caza está penada con cárcel de hasta cinco años.
La vicuña es una de las cuatro especies de «auquénidos», denominación popular de los camélidos de los Andes meridionales. De ellas, dos son domésticas: la alpaca (Lama pacos) y la llama (Lama glama); y dos silvestres: el guanaco (Lama guanicoe) y la vicuña (Vicugna vicugna). Distribuidos a lo largo de la Cordillera de Los Andes en América del Sur, desde Ecuador hasta Tierra del Fuego, hay una mayor concentración en el altiplano peruano-boliviano y en norte de Chile y Argentina, en alturas entre los 3.800 y los 5.000 metros. La lana de estos camélidos sudamericanos forma parte del mercado de fibras finas especiales.
La fibra animal más cara del mundo, que en la antigüedad vestía al Inca y a la realeza, viste hoy a los millonarios del mundo.
Imágenes cortesía de Gaby Fil, Claudia Vélez y loropiana.com