No hacen falta muchas excusas para hacer un viaje a Japón. Un país fascinante y de lo más diverso a lo largo de los 3.000 kilómetros que separan el extremo sur del archipiélago nipón de la punta más septentrional del territorio. Una extensión suficiente para que convivan las metrópolis más pobladas y modernas del planeta con lugares donde la naturaleza es la auténtica reina. Un gran país en el que los viajeros se van a sorprender con la tecnología más vanguardista aplicada a unos modos de vida cada vez más vertiginosos y deshumanizados. Y junto a esto, los recién llegados también van a quedar impactados con unas tradiciones ancestrales, completamente asentadas en gran parte de la población, y que en muchos casos son una anticipación milenaria a la actual tendencia de slow life.
Tal vez uno de los mayores emblemas de estas tradiciones tiene lugar precisamente ahora, a principios de la primavera. El momento en el que los cerezos florecen, o lo que es lo mismo, el tiempo de la sakura.
Sakura y hanami
La palabra japonesa sakura denomina a los tres tipos de cerezo que hay a lo largo y ancho de las islas niponas. No obstante, sakura también es el término que denomina el momento del cerezo en flor, esa explosión de color que cambia por completo el aspecto de los parques y jardines entre los meses de abril y mayo.
Una época que viene a significar un renacer. Pasar del frío y de la desnudez de los árboles sin hojas, a días radiantes, coloridos y vibrantes. En definitiva, un auténtico motivo de celebración y por eso se celebra el hanami, el festival de los cerezos de flor. Pero hablamos de una fiesta muy peculiar, cuyo acto principal consiste en reunirse la familia y amigos para tomar un picnic a la sombra de un cerezo, y así poder maravillarse con su floración.
Cerezos en flor en todo Japón
Este acontecimiento se celebra en todo Japón, y obviamente dadas las distintas latitudes del país, el fenómeno se va prolongando durante semanas desde los territorios más meridionales de la isla Kyushu, hasta finalmente llegar a Hokkaido, la isla situada más al norte.
No obstante, aquí os vamos a proponer un viaje a la isla de Honshu, la central y mayor de todas. Y concretamente a la región de Hokane, situada a tan unos 100 kilómetros de Tokio. Tan cerca y tan lejos, porque el contraste con la gran capital no puede ser mayor.
Visitar Hakone
La ciudad de Hakone y sus inmediaciones propone un sinfín de itinerarios senderistas, en los que contemplar la flora del lugar, entre la que por supuesto no faltan los cerezos. Disfrutar de la naturaleza es uno de los atractivos de este lugar ciertamente espectacular y de gran valor. Tanto que nos hallamos dentro del Parque Nacional de Fuji-Hakone-Izu. Una denominación en la que aparece otro de los grandes iconos de Japón, el Monte Fuji, cuyas vistas desde aquí son increíbles.
Muchos visitantes occidentales optan por descubrir Hakone en excursiones de un día desde Tokio dada la corta distancia existente. Sin embargo, la magia del lugar, sus senderos, las vistas al Fuji, las ascensiones a varias montañas, o santuarios como el Motomija o el Hakone Jinja a orillas del hermoso lago Ashi, hacen que este sea un destino ideal para varios días, en los que nos tomemos con tranquilidad eso de contemplar la floración de los cerezos o cualquier otra actividad que requiera calma y nos haga desconectar del mundo.
Alojarse al modo más tradicional
Esperamos haberos convencido y que empecéis a buscar donde alojaros en la zona. Os daremos una pista para ello. Hakone es un destino muy querido por los propios japoneses, o sea, que os vais a encontrar unos alojamientos muy de su gusto, si bien no faltan cadenas hoteleras. Sin embargo, si aprovechamos el viaje para descubrir la esencia nipona, entonces la opción ha de ser un ryokan.
Un ryokan es un establecimiento tradicional, con las típicas puertas correderas, el suelo de tatami, las mesas bajas en las que uno se sienta sobre cojines o los originales futones para dormir. Este tipo de alojamientos originalmente se concibieron para huéspedes que iban de paso, pero hoy en día son lugares de lo más atractivos y lujosos en el sentido más oriental.
Es decir, nos proponen el lujo de relacionarnos con el entorno, cenar escuchando el canto de los pájaros, refrescarnos con la brisa natural, levantarnos y contemplar la naturaleza circundante. En fin, encontrar la paz y la calma, algo que a veces nos falta hasta en vacaciones. Y con ese mismo objetivo, estos ryokan en muchas ocasiones tienen su propio baño termal, aquí llamados onsen.
Hokane, región termal
Japón es un país de origen volcánico, incluso el propio Monte Fuji es un volcán. Por esa razón, abundan en el país las zonas termales, y una de las más hermosas en Hakone. Aquí, muchos ryokan y también hoteles ofrecen sus áreas de balneario, a veces incluso a los no huéspedes.
Estos establecimientos a veces no solo ofrecen los baños en sus aguas termales, sino que proponen un sinfín de actividades de spa, además de incluir baños de carácter temático centrados en otros líquidos distintos al agua, como puedes ser el té, el café o el chocolate, y hasta con vino.
No obstante, la sensación inolvidable que puede proporcionar el mundo termal japonés es disfrutar de un rotenburo, es decir, un onsen al aire libre. Lugares en los que darse un baño caliente, contemplando las vistas del entorno. Eso sí, el único problema suele ser el olor, ya que estas aguas suelen contener más o menos porcentaje de azufre, lo cual lo impregna todo de su característico aroma. Sin embargo eso no es más que un inconveniente salvable, dadas las sensaciones que provocan este tipo de baños, sus beneficios físicos y mentales. Porque ni más ni menos, sumergirnos en estas termas orientales nos da el placer de sentirnos unos auténticos privilegiados y estar viviendo nuestro particular “lujo asiático”.